Es
un género de hormigas de
la subfamilia Formicinae con
el tórax en arco convexo y el pedicelo formado
por un solo segmento. Son un grupo ecológicamente diverso distribuido en todas
las regiones del mundo.
Característicamente,
en la vista de lado se observa que el tórax tiene forma de arco convexo. El
pedicelo que poseen entre el tórax y el abdomen tiene un solo segmento o
"nodo". Su cintura es pequeña. Sus antenas se doblan en un codo. Las
obreras son relativamente grandes, de color por lo general negro, con tintes
amarronados, muchas veces con partes marrones, rojizas o casi doradas. Las
reproductivas en cambio suelen ser completamente negras. Las obreras suelen
tener la cabeza grande y el tórax pequeño, mientras que las aladas suelen tener
la cabeza pequeña y el tórax grande. En las reproductivas (aladas), las alas de
adelante son más grandes que las de atrás, las alas son de color transparente o
amarronado, y no son fáciles de arrancar.
Los huevos
son de color crema y de forma ovalada. Las larvas no tienen patas y tienen
aspecto de gusano. Las pupas tienen aspecto de cocón firme de color tostado
sedoso, erróneamente las pupas suelen ser confundidas con huevos.
LAS
HORMIGAS Y GENEROS
Forman colonias de
un tamaño que se extiende desde unas docenas de individuos predadores que viven
en pequeñas cavidades naturales, a colonias muy organizadas que pueden ocupar
grandes territorios compuestas por millones de individuos. Estas grandes
colonias consisten sobre todo en hembras estériles sin alas que forman castas
de «obreras», «soldados» y otros grupos especializados. Las colonias de
hormigas también cuentan con algunos machos fértiles y una o varias hembras
fértiles llamadas «reinas». Estas colonias son descritas a veces como superorganismos,
dado que las hormigas parecen actuar como una entidad única, trabajando
colectivamente en apoyo de la colonia.
Han colonizado
casi todas las zonas terrestres del planeta; los únicos
lugares que carecen de hormigas indígenas son
la Antártida y
algunas islas remotas o inhóspitas. Las hormigas prosperan en la mayor parte de
estos ecosistemas y
se calcula que pueden formar el 15-25% de la biomasa de
los animales terrestres. Se estima que hay entre mil billones (1015)
y diez mil billones (1016) de hormigas viviendo sobre la Tierra. Se
considera que su éxito en tantos entornos se debe a su organización social y a
su capacidad para modificar hábitats, a su aprovechamiento de los recursos y a
su capacidad de defensa. Su prolongada coevolución con
otras especies las ha llevado a desarrollar relaciones miméticas, comensales, parásitas y mutualistas.
Sus
sociedades se caracterizan por la división del trabajo, la comunicación entre
individuos y la capacidad de resolver problemas complejos. Estos
paralelismos con las sociedades humanas han sido durante mucho tiempo fuente de
inspiración y objeto de numerosos estudios.
Muchas
culturas humanas las utilizan como alimento, medicina y como objeto de
rituales. Algunas especies son muy valoradas en su papel de agentes de control biológico.7 Sin
embargo, su capacidad de explotar recursos provoca que las hormigas entren en
conflicto con los humanos, puesto que pueden dañar cultivos e invadir edificios.
Algunas especies, como las hormigas de fuego (género Solenopsis), son consideradas especies
invasoras, ya que se han establecido en nuevas áreas donde han sido
introducidas casualmente.
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